Y me llevaste al dormitorio, me echaste de bruces sobre la cama, sacaste la fusta y el látigo de siete colas y me diste a elegir cuál prefería, porque sueles ser muy atenta conmigo. Y cariñosa.
- ¿Cual prefieres?
- El látigo, mi Ama.
Y me azosta el culo, mientras yo te decía "te quiero" tras cada azote. Un latigazo en mi culo y un "te quiero" de respuesta, hasta que viste el culo rojo y paraste. Pero antes me diste la vuelta y comprobaste que tenía la polla dura y que unos gotas salían de mi polla pues había estado a punto de correrme.
- Eres mejor sumiso de lo que creía - me dijiste con una sonrisa.
- Sí, Ama.
- Pero tenemos que averiguar si vales también para cornudo, que es lo que yo más deseo.
- Sí, Ama. Lo estoy deseando.
Y entonces volvimos al sofá, metiste mi cabeza entre tus muslazos, con mi cara pegada a tu coño.
- Quiero que huelas la excitación que me provoca contarte cómo he follado con otro tío, con otro macho.
- Gracias, amor mío, por permitírmelo.
Y luego seguiste contándome que él te agarro por la cintura con fuerza, dejándote sentir el movimiento de su respiración, y luego llevo su boca a tu oído y te susurro muy dulce, “estás preciosa pequeña”.
- ¿Quieres que siga?
- Sí, mi Ama.
- ¿Tanto me amas?
- Te quiero con toda mi alma.
- Bueno, pero sigue lamiéndome el coño, sumiso, que estoy muy excitada al contarte todo esto porque creo que si él no me hubiera sujetado, me habría desmayado allí mismo, un escalofrió me recorrió la espalda por completo, dejándome extasiada, sentí como un pequeño orgasmo, parecerá tonto, pero es así como sucedió. Nos dirigimos a la barra, pago la cuenta y sin volver a emitir mas sonido que el de nuestras respiraciones, me condujo hasta un pequeño pasillo, daba a los lavabos y al ver el cartelito, ya sabía que sucedería, y lo deseaba, dios como lo deseaba, y entró delante de mí, y miro alrededor, había un chico lavándose las manos justo enfrente de nosotros, pero no le hicimos el menor caso, entramos hasta el final de los baños. ¿Quieres que siga?
- Sí, Ama, sigue.
- Ya veo que sigues teniendo la polla dura. Pero no se te ocurra correrte sin mi permiso.
- De acuerdo, pero no dejes de lamerme el coñito que estoy a punto de correrme.
- Sí, Ama, me estás llenado la boca con tus jugos.
- Pues entonces entramos en el último y Abel cerró la puerta tras de mí y tiro de mi cuerpo hacia el, sentí de nuevo la misma descarga, el mismo ímpetu que en nuestra adolescencia, me beso con pasión, mientras metía su mano bajo mi falda, aparto suavemente mi tanga y metió uno de sus deditos en la humedad que ya embargaba mi cuerpo, mientras me besaba no dejaba de mirarme fijamente, como estudiando cada gesto de mi piel mientras me acariciaba con sus dedos, mis manos recorrían su espalda, su nuca, y mi lengua recorría toda su boca. ¿Sigo?
- Sí, Ama, sigue, te lo suplico.
- ¿Te gusta?
- Sí, Ama, pero ya sabes que me gusta que me humilles.
- Lo sé porque tienes la polla dura y vas a correrte. Y sabes que lo tienes prohibido.
- Sí, Ama, lo sé.
- Pues entonces sentí como bajaba la cremallera de su pantalón, y su miembro totalmente erecto me rozaba mi pubis, a través de la suave tela de mi tanga sentía pequeños espasmos de su miembro, deseoso de poseerme, me sujeto por el culo y me subió a sus caderas, metiéndome de un solo golpe su polla, sentí que me atravesaba, que salía de mi cuerpo tras cada embiste, ahogue mis gemidos en sus labios y sin demorar mucho exploto nuestro deseo dentro del cuerpo del otro. Acabamos sudorosos, pero sonrientes, había sido rápido y hambriento, pero solo fue el comienzo de una noche bellísima, llena de besos y caricias, y miradas, intensas, pero eso ya es otra historia.
- ¿Te gustó el relato?
- Sí, Ama.
- Yo estoy a punto de correrme, así que sigue lamiéndole con tu lengua y no pares.
- ¿Te follarías otra vez Abel vez si pudieras, mi Ama?
- Sí, sin dudar. No te quepa la menor duda.
- Me gustaría que lo hicieras.
- ¿Me lo suplicas?
- Sí, Ama, te lo suplico.
- Repítelo otra vez.
- Te suplico que te folles a Albel delante de mí.
- ¿Lo deseas de verdad?
- Sí, Ama. Lo deseo con toda mi alma.
- ¿Y que te obligue a arrodillarte delante de él y chuparle la polla?
- Sí, Ama.
- ¿Quieres chuparle la polla al que te hace cornudo?
- Sí, Ama. Y que cuando se vaya me azotes el culo y me llames cornudo tras cada azote, mientras yo te contesto que te amo, que cuanto más cornudo me haces más te amo.
Y en ese momento te corriste sobre mi cara y yo también me corrí a borbotones sobre tus pies, mientras le lamía en tu coño la excitación que te había provocado pensar en cómo otro tío te follaba.
- Te has corrido sin mi permiso y tengo que castigarte. ¿Lo comprendes?
- Sí, lo comprendo. Lo pone en mi contrato y lo acepto.
Y llevé mis manos a la espalda, tú me diste una fuerte bofetada y yo te contesté con un "te quiero". Y otra bofetada y otro "te quiero". Y otra bofetada y otro "te quiero" hasta que tú lo consideraste conveniente. Y luego te di las gracias por el castigo, besé la mano con la que me diste de hostias y nos fuimos a dormir abrazados porque sé que aunque deseas follarte a ese chico, me amas a mí como a nadie en el mundo.
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