Aún tengo que aprender a ser un buen cornudo



Sueño contigo, con que te he conocido por Facebook, por ejemplo, y hemos establecido una relación a distancia por correo y Messenger. Sueño que tú eres morena, con unos pechos preciosos y exuberantes, unos ojos verdes que seducen, unos labios de corazón que te subyugan y una mirada que te hace sentirte sumiso nada más verla.

Así que un día me has hecho madrugar porque estás en otro horario y me he levantado más temprano que nunca para esperarte, para esperar a que aparezcas, amor mío, poder decirte una vez más que te amo, que ser tu sumiso cornudo me parece poco, muy poco y suplicarte que cada día me llaves más allá, a los límites a los que tú quieras llegar para dejar de ser yo y convertirme en un apéndice tuyo, en ti misma. ser tuyo por completo de arriba abajo.
- Porque te amo, mi vida -te he dicho
- Pues entonces ve, coge los cordones de los zapatos y te los atas a los huevos. Los quiero bien apretados.

Y eso he hecho. Me he atado los huevos ante la cámara web, mientras tu me decías que me amabas y que ese fin de semana iba ser cornudo.
- ¿me lo contarás?
- Por supuesto, pero ahora coge unas pinzas y póntelas en los pezones.

Y eso he hecho, pero al rato de verme con ellas por la cam me has pedido que me las quite de golpe apretando. Y eso he hecho, mientras te daba la gracias de nuevo. Y luego me has pedido que coja una cuchara de madera y me las quité dándome un golpe seco en cada pezón. Y eso he hecho con el derecho con un golpe seco que ha hecho saltar la pinza.
Y luego con el izquierdo que me ha costado más, mucho más, porque por mucho que golpeaba la pinza no salía y los tirones de los golpes en mi pezón me dolían. Y mucho. Pero al final ha saltado y he vuelto a decirte que te amo, que gozo cuando me castigas sin motivo, sin causa, sin justificación; cuando eres arbitraría e injusta y me castigas sólo por tu placer, sin motivo y sin tener que dar ninguna explicación.

Es lo lógico. Es tu libertad para hacerlo y la acepto porque me vuelve loco que puedas castigarme porque sí, porque te sale del coño, tal y como has hecho luego cuando me has dicho que con la cuchara de madera me diera 50 golpes en la polla. Y he comenzado a dar golpes en mi polla con la cuchara, mientras tú los cantabas en el Messenger.
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Porque repetías el núumero cuando no me daba fuerte, cuando creías que no era duro en el golpe y por cada golpe nulo se doblaba el castigo, así que después de llegar a 50 creía que ibas a parar, pero has seguido hasta los 110, cuando por in me has hecho parar.
- Gracias por castigarme, mi Ama. Te amo.
- Yo también te quiero, mi querido cornudo -me has dicho.

Tenía la polla dolorida y tú me has dicho que me masturbara, sin correrme, porque estoy en castidad por ti. Y luego me has dicho que te ibas a dormir y me has dejado con la polla dolorida, roja, con moratones y sin poder decirte que me arrepiento de mis fallos en los castigos, que siento no poder amarte más aún, como tú te mereces y que sólo aspiro en esta vida a ser cada día más sumiso, más cornudo y más esclavo a tus caprichos.

Porque tu voluntad es la mía, te digo ahora, y porque no soy un buen sumiso. Lo reconozco. A veces soy egoísta y sólo busco mi placer cuando te insisto en si vas a follar con otro porque me habías dejado claro hacía poco que eso no dependería de mí, sino de ti.



- Exacto: eso depende de mí, no de ti y lo hago cuando yo quiero y con quien yo quiero - me habías advertido.
- Claro, es que si lo hicieras por mí, yo sería el Amo y tú la sumisa complaciente.
- Es obvio. Y como siempre soy yo la que toma la última decisión...
- Nunca lo hagas por mí
- Jajaja. Jamás lo haría por ti.
- Cierto.
- Lo que haga o deje de hacer es por mi y mi completo placer.
- Cierto.
- Porque sé que al gozar yo, tú también gozas.

Y es cierto, amor mío, porque es mi amor por ti, por tu Ama lo que te hace gozar y disfrutar al entregarle tu bien más preciado: tu dignidad de hombre, de macho, que queda reducida a la de una putilla sumisa ante un macho de verdad que te satisface y te da placer. Que te follas, pero porque tú lo quieres. Me lo has dejado muy claro, y lo he memorizado y aprendido. Porque me queda mucho que aprender y afortunadamente tú me estás enseñando a ser sumiso de verdad, pero poco a poco. Como un niño que da sus primeros pasos. Porque yo me creía un sumiso con experiencia, pero tú me has demostrado que soy un mal sumiso, que no sé nada, que la sumisión es otra cosa que me estás enseñando poco a poco.

Pero mientras tanto, mientras aprendo te digo que te amo. Que siempre te he amado por encima incluso del bien y del mal, por encima de todo, por encima de cualquier razón de cualquier causa. Que yo he nacido paras se tu cornudo sumiso y tú mi Ama dominante. Que estoy ya tan enamorado de ti por tu saber estar, tu belleza, tu severidad, tu elegancia y tu cariñosa posesión sobre mí, que la vivo cada segundo a tu lado como un instante de felicidad porque para mí no hay mayor droga, ni copa de alcohol, ni tabaco, que tu presencia, que saberme que soy tuyo y que me permites el honor de ser tu cornudo sumiso.
- Un segundo siendo tu sumiso cornudo es más placentero que un chute de heroína, mi Ama - te dije embobado, mientras miraba tus fotos.
- Lo sé, cornudo, lo se -me dijiste cariñosa. Pero prepárate para ser un drogadicto del poder de tu Diosa, de tu Ama, de tu Señora.
- Si mi Ama. Gracias por permitirme la dignidad, el honor y el orgullo de ser tu cornudo sumiso, aunque sé que no lo merezco.
Porque te quiero, amor mío. Te amo.
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