Amor sin límite

Te amaba, siempre te he querido, pero tú me decías que sólo me apreciabas como amigo. Y a mí no me importaba. Te había rogado muchas veces que te casaras conmigo, aunque no me quisieras, porque yo amaría por los dos. Pero tú decías que no querías hacerme daño y que como no me querías, preferías no hacerlo. Y así seguimos, como amigos, porque yo te amaba en silencio. Sin límites. En realidad te decía que te amaba siempre que te veía, pero tú te reías y me dabas un beso en la mejilla. “Yo también te aprecio como amigo”, me solías decir.

Un día me llamaste y me dijiste que querías verme. Te dije que sí, claro, y quedamos en un cafetería. Y cuando llegaste me confesaste que estás enamorada de otro, que lo amabas con toda tu alma y que estabas embarazada de él. Pero él estaba casado y no quería dejar a su mujer.

En realidad él te había dicho desde un principio que amaba a su mujer, que no la dejaría y que tu le gustabas para el sexo. No te había engañado, ni prometido nada. Y tu habías aceptado sus condiciones porque estabas loca por él.
- Lo quiero tanto o más que tú me quieres a mí -me explicaste.

Y tanto lo amabas que querías tener el hijo de él, querías tener ese hijo que llevabas en tu barriga. Pero había un problema: tus padre y tu familia no aceptarían que tuvieras un hijo de un casado y no querías tener problemas con ellos y darles un disgusto. Me preguntaste si yo te seguía amando incondicionalmente como siempre. Y yo te dije que sí.
- ¿Aceptarías casarte conmigo aún sabiendo que voy a ir al altar preñada de otro que es al que de verdad amo?
- Sí, sin dudar.
- Le he hablado a él de ti y le parece bien, pero sólo pone una condición: que tú jamás folles conmigo. Quiere que solo sea de él. Te pondré un cinturón de castidad y él se llevará la llave.
- De acuerdo. Lo acepto. Eso haremos.
- ¿Tanto me amas?
- Sí.

Y eso hicimos. Nos casamos y tu amante acudió a la ceremonia y además viajó al lugar que fuimos a pasar la luna de miel para pasarla contigo. Follo contigo en nuestra cama, mientras yo me masturbaba y mirada sentado en una butaca. Y así pasamos los días porque nosotros dormíamos en camas separadas y él venía tres veces por semana para follar y dormir contigo.

Porque yo jamás te penetré y me conformaba con ver como te corrías con él, sabiendo que era un cornudo sumiso. Un cornudo que además le iba a dar mi apellido al hijo del amante de mi mujer. Y que iba a criarlo como mío. Pero no me importó. Te amaba con un amor sin límite.
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