Yénifer, puta y exhibicionista



Pienso en ti, en que estamos juntos y te llamas Yénifer, por ejemplo. Eres más joven que yo y además te has reconocido ninfómana en Facebook. Hemos hecho pronto buenas migas, que se dice, porque eres una zorrita muy puta, que además le gusta exhibirse. El sueño ideal para un cornudo como yo. Aspirante a cornudo, porque todavía no tengo pareja estable. Pero tú te has ofrecido a hacerme cornudo por un día y te he visitado en tu ciudad donde hemos quedado en una cafetería para vernos.

Y has llegado con un abrigo y una minifalda cortísima que dejaba ver las braguitas tangas que llevas. Porque cuando te has quitado el abrigo y te has sentado la falda se te ha subido y han aparecido tus muslos y la braguita. Y la veía yo y algunos más. Sobre todo los que pasaban por tu lado y se paraban a mirar, con cualquier excusa.

Yo sé que estás muy buena, que eres muy sexy además de muy zorra y puta. Por eso hemos congeniado. No hay mejor premio para un cornudo que tener una mujer ninfómana, puta y exhibicionista. Y algo sumisa, con algunos machos pues te gustan que te follen cuatro o cinco, que se corran sobre tu cara, que te manoseen y te follen sin piedad como la zorra y puta que eres.



Porque lo eres y estás orgullosa de serlo. Eso me dijiste por Facebook. Así que cuando te has sentado no ha hecho falta que nos dijéramos mucho. Nos conocemos. Y tú te has puesto en seguida a darme gusto, a ponérmela dura, cuando has comenzado a sonreír a todos los tíos buenos que te gustaban. Sé que tienes la capacidad de llevarte detrás de ti a cuqluier tío que te guste, por eso no me ha extrañado que al primer tío bueno que has vito que te gustaba en una mesa cercana, le hayas sonreído, te hayas levantado y te hayas marchado hacía los aseos.

Tampoco me ha sorprendido que él se haya levantado de inmediato y te haya seguido. Y yo también. me he levantado y me he ido detrás de los dos. Y cuando he llegado a los aseos he abierto la puerta de los masculinos y te he visto sentada en los lavabos, con la falda subida y el tanga por los tobillos, junto a tus zapatos de tacón, mientras el macho que te gustaba, al que te habías llevado a los aseos sin mediar palabra, te morreaba y comenzaba a meterte la polla en tu coño depilado.
- Espera -le has dicho al verme.
- Por qué?
- Es que quiero que el cornudo de mi novio, que está ahí en la puerta mirando, vigile que no entre nadie mientras me follas.
- ¿Y no le importa? - te ha respondido él.
- Bájate los pantalones -me has dicho.

Y me los he bajado y he aparecido con las braguitas que tú me sueles dar y poner para que aparezca ante tus machos como una putita y ellos se sientan aún más machos dominantes. Y excitados.
- ¿Ves? ¿Lo comprendes ya? -le has preguntado a él.
- Claro. Y estoy encantado.
- Cornudo, querido, quédate ahí mirando y vigila que no entre nadie a molestarnos. Si ves que entra alguien, dile que está ocupado.
- Sí, cariño, no te preocupes. Tú sigue follando -te he dicho, mientras salgo, entorno la puerta y me quedo mirando por el hueco de la puerta abierta como te folla, como lo morreas, como te mete unas sacudidas que te hacen gemir y gritar porque parece que estás teniendo un orgasmo tras otro. Sé que eres fácil, muy puta y que casi te corres enseguida con sólo ver una buena polla.

Eres puta, zorra y multiorgásmica y eso me encanta. Así que cuando te has cansado de correrte y él se ha corrido en tu coño, lo has apartado, me has llamado, me has dicho que me arrodille y he metido mi cabeza en tu coño para limpiártelo y dejártelo bien limpito de la leche de tu macho.
Y luego has apartado mi cabeza, me has sacado la polla dura de mi pantalón y me la has acariciado.
- Hazte una paja si quieres.
- Y me he masturbado arrodillado frente a tu coño, besándolo, comiéndome y lamiéndome hasta que tú te has corrido sobre mi cara y yo también lo he hecho sobre el suelo.
- Nos vamos -me has dicho mientras te subías el tanga, te ajustabas la falda y salías campante y digna por la puerta. Y yo detrás de ti, satisfecho y contento porque me has dicho que vamos a otra cafetería. Me he supuesto que la noche va a ser larga, muy larga.
Y cuando hemos salido, me has cogido de la mano y me he sentido muy feliz.
- Me gustas mucho, mi cornudo -me has dicho en voz alta cuando hemos pasado al lado de una pareja.

Y yo te he dicho que también me gustas y que me gusta todo de ti; que seas tan puta y zorra y que me hagas cornudo. Y me he acercado a tu oído y te he dicho que gusta que me azotes el culo mientras yo te lamo y tú te corres; que me des de hostias por capricho para dejarme bien claro quién es la que manda y que sólo soy un instrumento de tu placer.

Porque me gusta tener las pinzas en los pezones mientras tú me explicas que quieres follarte a otro. Yo sufriendo con el dolor y tu corriéndote de gusto con mi sufrimiento. Porque ese es mi mayor placer; un doloroso placer indescriptible y que no sabría cómo pagarte si hubiera que ponerle precio. Un inmenso placer sufrir mientras tu gozas. Porque te amo.

No lo escondo, ni me avergüenzo. Me gusta humillarme para tu placer y repetir mucho que soy "tu cornudo" para que lo sepas, para que sepas que te amo más allá de todo límite, más allá de lo que ellos puedan imaginar jamás porque para ellos los cuernos son inadmisibles para su orgullo, intolerables para su hombría, pero para mí aceptar los cuernos es la mayor prueba de amor que existe, aunque ellos no lo entiendan. La prueba de tu poder sobre mí. La prueba de mi amor total y absoluto.

Y me da igual que ellos no lo entiendan, pero yo quiero gritarlo a todo el mundo, quiero gritar que me humillo por ti, que me gusta y excita sufrir para que tú goces. Que quiero que seas dura, estricta y severa (aunque cariñosa, como ya lo eres). Y no estoy enfermo. Lo sé. Si acaso, estoy enfermo de amor, enfermo de ti que te necesito para respirar y necesito la sumisión a ti como el aire que respiro. Si me falta me muero.
- Lo sé, mi querido cornudo y por eso me gustas -has añadido cuando ya entrábamos en otra cafetería y has empezado a sonreírle a los tíos buenos que tanto te gustan.
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